En un mañana hermoso de Enero de 1997, en el Valle cercano al Pueblo Pequeño, una familia compuesta por Papá, Mamá y sus cinco tiernos hijos, la más pequeña, la chiquitina de la casa tenía apenas cuatro años de edad, se caracteriza por su extraordinaria imaginación. La familia había decidido disfrutar de la naturaleza y de un delicioso almuerzo campestre, la Mamá esa mañana se había esmerado en preparar un delicioso pollo, papas cocidas, ensalada y como no podía faltar un postre de chocolate acompañado con frutas de la estación, el jugo de naranjilla y plátano tan apetecido por la familia. El Papá, en la noche anterior al paseo, se había puesto a chequear y poner a punto el carro, en colocar en la tienda de campaña, los juegos para los niños, los instrumentos de pesca, etc. A la mañana siguiente, no podía faltar el último chequeo del carro, para seguridad de todos.
Mis hermanos y Yo la chiquitina de la casa como me decían cariñosamente mis Padres o la Hormiguita, recogíamos nuestros juguetes preferidos y claro mi peluche no podía faltar, me había acompañado en todas las noches de mi hermosa infancia y en los viajes como el de esa mañana de Enero de 1997, ah y no podía faltar nuestra adorable mascota Piny, una pequeña perrita Snaucer de color negro con gris. Habíamos cada uno realizado nuestra tarea antes del viaje y sólo nos disponíamos a partir a ese almuerzo campestre y disfrutar de la naturaleza, en esa época había un sol resplandeciente, el cielo completamente despejado, un paisaje espectacular, el viaje fue muy animado cantábamos, reíamos de cada ocurrencia de mis hermanos, de la increíble imaginación y lo mas delicioso la sonrisa plena de nuestros Padres que disfrutaban a plenitud al escucharlos. Lo que si no faltaba el detenernos a comprar agua o a las emergencias que nunca faltan, ya saben ocupar el baño, sacarle a la perrita para que se disipe y obviamente para estirar nuestras piernas y saborear unos deliciosos helados de crema y chocolate, sí que nos gustaba mirar todo lo que acontecía a nuestra alrededor, ver los árboles, las montañas, el paisaje Andino, el vuelo de los pájaros, los pastizales llenos de vaquitas, caballos y su Gente, sencilla pero maravillosa y muy hospitalaria.
Terminada nuestra primera parada, continuamos con el viaje estábamos a dos horas de camino y seguíamos disfrutando de esa mañana esplendorosa, deleitándonos con el Paisaje que en ese día nos brindaba la naturaleza, las horas transcurrieron en un abrir y cerrar de ojos, la más pequeña se había dormido, sus hermanos estaban un tanto dormitados y nuestros Padres atento a todo, la última parada que hicimos Papá chequeó el carro, Mamá se encargó de darnos una que otra golosina y agua, todo estaba totalmente controlado. A lo lejos pudimos divisar un Pueblo, era el lugar que habíamos escogido para nuestro paseo, había un letrero pequeñito que decía Bien venidos a Pueblo Pequeño, empezamos a gritar, a reír de mucha alegría y al fin habíamos llegado al sitio preferido de la familia.
Mi papá se dispuso a bajar todo lo que habíamos llevado en nuestro viaje, mamá como siempre preocupada por los niños nos colocaba el repelente de insectos, bloqueador, amarraba bien nuestros zapatos, en fin se preocupaba hasta el mínimo detalle y claro no podía faltar nuestra mascota, ella también tenía su propio menaje, en fin toda la rutina propia de un paseo lo hacían con esmero nuestros Padres. Nosotros los pequeños de la familia corríamos en busca del lugar ideal para armar la carpa de acampar y la más pequeña se entretenía con su peluche y uno que otro juguete que nunca le faltaba sus preciadas barbees.
En un pequeño valle mi Padre empezó a armar la tienda de campaña, ayudado por mis hermanos y Yo la hormiguita de la casa o la chiquitina como usualmente me decían disfrutaba el canto de las aves, el revoloteo de las mariposas y lo más hermoso las flores campestres, mi perrita La Piny corría presurosa tratando de alcanzar a las mariposas, revolcándose deliciosamente sobre la hierba y Yo le acompañaba en su deliciosa rutina.
Mis hermanos una vez armada la tienda de campaña, acompañados de Papá se pusieron a jugar fútbol, corrían por todo el pastizal habían delimitado los arcos de fútbol y formaron su equipo Papá y mi hermano el pequeño Luis, mi hermano mayor Pablo con Esteban eran el otro equipo y la traviesa Piny que corría atrás de la pelota, jugaron, rieron como siempre solían hacerlo en sus juegos de pelota, Papá era el goleador del equipo y Pablo no se quedaba atrás, hasta que empataron el partido. Cansados de haber jugado por una hora, pedían ansiosos la limonada, el agua refrescante, todo era válido con tal de calmar la sed, hasta la perrita pedía lo suyo.
Mi mamá y Yo, presurosa ella ponía el mantel colorido que había llevado para la ocasión, y se dispuso a poner los deliciosos manjares que había preparado la noche anterior, muy gentil ella le pidió a papá que fuera por un poco de leña para encender la parrilla, mis hermanos ayudaron en la búsqueda de ramas secas, algo había de servir para que encienda el carbón y de la aventada se encargaba papá, hasta que encendía. Lo primero era calentar las papas, el arroz, el pollo, en ese orden, tan pronto los llevó al fuego empezó a salir el aroma delicioso del que habría de ser nuestro alimento de ese espectacular día.
Sobre el mantel estaban servidos los seis platos con sus respectivos cubiertos, mamá como siempre fue dándonos a cada uno la ración, comimos hasta saciarnos por completo, llegó la hora del postre y fue mucho mayor nuestra alegría. La hormiguita, la pequeñita de la casa empezó a soñar despierta, para su corta edad tenía una imaginación increíble y así fue como a toda la familia nos fue sumiendo cada vez más en su fantástica historia.
“Había una vez un Pueblo Pequeño, pero muy pequeñito que muy pocos niños habían explorado en él y nos fue narrando cada episodio. Mientras mamá cogía del canasto las mejores papas para llevar a la olla, ella había alcanzado a ver un pequeño gusanito que salía con timidez de una de ellas, en su imaginación sintió que sus ojitos irradiaban de un brillo especial y poco a poco fue ingresando en su sueño y nosotros también.
El relato de la pequeñita Hormiga nos iba cautivando cada vez más y sé que a ustedes también les va a cautivar la brillante historia que nos iba narrando. Aquí comienza la verdadera historia del porqué ese nombre del lugar preferido para mi familia y que habíamos escogido como nuestro paseo familiar a inicios del año de 1997.
Mami mira los cinco pollitos y su mamá gallina, se está bañando en la tierra, bate que bate sus dos alitas y sus pollitos disfrutas su baño mañanero, de pronto Don Gusano, asoma su cabecita de una deliciosa y roja manzana que mi Abuelita había recogido del huerto, Don Gusanito estaba muy elegante, vestía con un traje Dominguero y un sombrero de copa, le acompañaba su bella familia Doña Gusanita y sus tiernos y pequeños Hijos Gusanitos, el más pequeño se había vuelto a ensuciar, se metió en las deliciosas papas que estaba en la cesta del paseo familiar y claro con su timidez y travesura se había deleitado de su delicioso manjar, mamá Gusanita un tanto enfadada le metió en el agua, se esmero en cambiarle, estaban tarde para su paseo de los Domingos, me olvidaba papá gusano tenía unas gafas que casi le cubría todo su rostro, cogió a su familia y todos presurosos empezaron a recorrer ese pequeño Valle. A un lado la familia de la señora Gallina disfrutaban presurosos buscando su alimento, deliciosas mazorcas de maíz y deliciosas lombrices, los cinco pollitos ansiosos por comer comenzaron a entonar su ya conocido canto pio, pio, pio y su mamá Gallina presurosa les llevaba en su pico los manjares que a su paso iba encontrando.
Pero de pronto los pollitos queriendo incursionar en ese mundo, se fueron adentrando en los maizales, y cuál fue su sorpresa y susto un hombre flaco flaco, como un palo de escoba, con un gracioso sombrero, viejo pero muy viejo, con una nariz en forma de zanahoria y con unos ojos como Almendras gigantes, vestía un traje ya desteñido por el sol y la lluvia, los pobres pollitos se llevaron el susto de sus vidas, mientras su mamá Gallina apresurada buscaba la salida más rápida para que no les suceda nada y claro ella también reía, puesto que sabía perfectamente quien era esa persona extraña, no era nada más y nada menos que Don Espantapájaros, quien de ustedes no ha visto alguno.
Al fondo del camino escuchamos el venir de una pequeña carreta e iba ofreciendo leche fresca, leche fresca, frutas, frutas, agua, agua, vengan todos y claro mis Padres y hermanos presurosos corrieron a darle el encuentro a este amable señor, le acompañaba también su pequeño hijo, que era de gran ayuda a la hora de vender sus productos Don Silverio, ese era su nombre, su vestimenta peculiar era lo que más atraía a las personas foráneas y visitantes, tenía un simpático sombrero de paja, con unas insignias de la vieja guardia, su atuendo era un gracioso mameluco con figuras bordadas de unas graciosas vaquitas lecheras, una cesta de frutas y unos graciosas frases que provocaban una que otra risa. A mas de ir gritando a todo pulmón por todo el camino, su hijito tocaba una curiosa campanilla, no era cualquier campanilla era la forma de una vaquita lechera con un gracioso muuu muuu y los habitantes de ese pequeño pueblo ya sabían que era hora de salir a comprar sus deliciosas frutas, su leche fresca, y todo lo que ofrecía tan gentil caballero.
En el entorno de esa preciosa naturaleza que era como para pintar un agradable paisaje veraniego, había un hermoso riachuelo donde los pececitos del río saltaban disfrutando del agua, era una verdadera atracción, al fondo cerca de la montaña que rodeaba este hermoso Valle, había una pequeña cascada y no van a creer lo que encontré ahí unos preciosos pececitos puestos su traje de baño, les acompañaban unas bellas sirenas que silbaban y cantaban en cada pirueta que estos graciosos pececitos deleitaban a toda su audiencia y falta lo más importante al cuadro musical estaban unos graciosos grillos vestidos con traje de frac, engalanaban este concierto maravilloso y no se diga el trinar de los pájaros hacía que sus tonadas y las canciones se vuelvan realmente mágicas.
Se acuerdan de la cesta de frutas de la estación, pues bien en la imaginación de la pequeña Hormiguita, como también me llamaban, me encontré un delicioso plátano, que me hacía ojitos y me sonreía, unas frutillas con sus graciosas pecas negras, unas niñas vestidas de verde y rojo que engalanaban la canasta, no podía faltar las graciosas señoras naranjas, cansadas de estar por largas horas en la canasta, decidieron hacer un festival lleno de colorido y sabor, a todos los seres diminutos que pertenecían a Pueblo Pequeño, a los animalitos grandes y pequeños, a los delicados y frágiles pajaritos, a las mariposas que revoloteaban por todas partes, a las graciosas abejitas con su traje dominguero y una graciosa flor en sus cabecitas, a todas estas hermosas criaturas les hicieron partícipe de este gracioso y espectacular festival, todos aclamaban con alegría la venida de un nuevo año, la venida de un nuevo florecer y cantaban alegremente al unísono de una sola voz se oía el eco a lo lejos, agradecían por la nueva vida.
Para continuar con el desfile hermoso e improvisado en honor a los visitantes, es decir nuestra Familia, no podía faltar los tomates, los pepinillos, lechuga y limones, que para Mamá era la deliciosa ensalada con un aderezo que sólo ella lo hacía, la chiquitina seguía narrándonos este bello sueño, cada elemento que tenía a su alrededor era motivo de una historia, cada vez más nos cautiva escuchar su cuento, su sueño, su imaginación. Don tomate y su familia, se dirigían presurosos por la Colina hacia abajo, estaban girando, girando a prisa se atrasaban a la misa de las 12h00, sus pequeños hijos tomatitos a duras penas le cogían el paso de sus Papas, llegaban apresurados a coger los mejores puestos para escuchar atentos la misa del medio día, junto a ellos se colocaban la Familia Pepino, Don Pepino, Doña Pepino y sus tres Pepinitos, todos vestían de verde y con graciosos sombreritos que adornaban sus tiernas cabecitas, a la entrada de la Iglesia les esperaba Doña Lechuga, fresca como ella sola ansiosa de escuchar al Padre, a que no adivinan quien era el Curita, ni más ni menos que Don Limón, al contrario de lo que ustedes se imaginan era muy dulce pese a sus años y no de ninguna manera era agrio, reía y felicitaba a todos sus feligreses, nunca olvidaré ese día todo el lugar olía a frescura, se miraba la felicidad y el colorido que esos gentiles vegetales hacían gala de sus vestimentas y cantaban agradeciendo por su nuevo día, por ser los mejores premiados en cada cultivo, en cada lugar de ese hermoso valle, las huertas de las casas tenían lazos y listones por ser los mejores de toda la Zona. Lo que más nos atrajo fue los pitos, las serpentinas con que habían adornado el salón de baile, pues habían preparado todos ellos una fiesta, un verdadero festival, al caer la tarde se veían cansadas y era sinónimo de retirarse a descansar”.
Como ustedes comprenderán, caímos todos rendidos, mi Familia y Yo, al igual que ellos, era hora de descansar, para luego emprender el viaje que nos traería de vuelta a nuestra casa, a nuestra vida cotidiana, al ajetreo de la ciudad y el bullicio de su gente. Mañana será otro día, así de maravilloso como transcurrió nuestra niñez, entre historias y fantasías, entre juegos y diversión, entre regaños y abrazos, lo más importante de todo es que aprendimos a amar la naturaleza, a amar hasta al ser mas diminuto hasta el más grande, la Naturaleza es lo mejor que Dios ha puesto en nuestro camino en el camino de muchos ustedes y sobre todo del prodigio de nuestra imaginación, que ahora que soy Adulta, he comprendido que la imaginación no tiene límites y que a pesar de que haya crecido, mi Alma nunca dejaré de ser joven y más aún nunca dejaré de ser una niña la chiquitina de la casa.
Autora: Pily
6-02-2015
Mis hermanos y Yo la chiquitina de la casa como me decían cariñosamente mis Padres o la Hormiguita, recogíamos nuestros juguetes preferidos y claro mi peluche no podía faltar, me había acompañado en todas las noches de mi hermosa infancia y en los viajes como el de esa mañana de Enero de 1997, ah y no podía faltar nuestra adorable mascota Piny, una pequeña perrita Snaucer de color negro con gris. Habíamos cada uno realizado nuestra tarea antes del viaje y sólo nos disponíamos a partir a ese almuerzo campestre y disfrutar de la naturaleza, en esa época había un sol resplandeciente, el cielo completamente despejado, un paisaje espectacular, el viaje fue muy animado cantábamos, reíamos de cada ocurrencia de mis hermanos, de la increíble imaginación y lo mas delicioso la sonrisa plena de nuestros Padres que disfrutaban a plenitud al escucharlos. Lo que si no faltaba el detenernos a comprar agua o a las emergencias que nunca faltan, ya saben ocupar el baño, sacarle a la perrita para que se disipe y obviamente para estirar nuestras piernas y saborear unos deliciosos helados de crema y chocolate, sí que nos gustaba mirar todo lo que acontecía a nuestra alrededor, ver los árboles, las montañas, el paisaje Andino, el vuelo de los pájaros, los pastizales llenos de vaquitas, caballos y su Gente, sencilla pero maravillosa y muy hospitalaria.
Terminada nuestra primera parada, continuamos con el viaje estábamos a dos horas de camino y seguíamos disfrutando de esa mañana esplendorosa, deleitándonos con el Paisaje que en ese día nos brindaba la naturaleza, las horas transcurrieron en un abrir y cerrar de ojos, la más pequeña se había dormido, sus hermanos estaban un tanto dormitados y nuestros Padres atento a todo, la última parada que hicimos Papá chequeó el carro, Mamá se encargó de darnos una que otra golosina y agua, todo estaba totalmente controlado. A lo lejos pudimos divisar un Pueblo, era el lugar que habíamos escogido para nuestro paseo, había un letrero pequeñito que decía Bien venidos a Pueblo Pequeño, empezamos a gritar, a reír de mucha alegría y al fin habíamos llegado al sitio preferido de la familia.
Mi papá se dispuso a bajar todo lo que habíamos llevado en nuestro viaje, mamá como siempre preocupada por los niños nos colocaba el repelente de insectos, bloqueador, amarraba bien nuestros zapatos, en fin se preocupaba hasta el mínimo detalle y claro no podía faltar nuestra mascota, ella también tenía su propio menaje, en fin toda la rutina propia de un paseo lo hacían con esmero nuestros Padres. Nosotros los pequeños de la familia corríamos en busca del lugar ideal para armar la carpa de acampar y la más pequeña se entretenía con su peluche y uno que otro juguete que nunca le faltaba sus preciadas barbees.
En un pequeño valle mi Padre empezó a armar la tienda de campaña, ayudado por mis hermanos y Yo la hormiguita de la casa o la chiquitina como usualmente me decían disfrutaba el canto de las aves, el revoloteo de las mariposas y lo más hermoso las flores campestres, mi perrita La Piny corría presurosa tratando de alcanzar a las mariposas, revolcándose deliciosamente sobre la hierba y Yo le acompañaba en su deliciosa rutina.
Mis hermanos una vez armada la tienda de campaña, acompañados de Papá se pusieron a jugar fútbol, corrían por todo el pastizal habían delimitado los arcos de fútbol y formaron su equipo Papá y mi hermano el pequeño Luis, mi hermano mayor Pablo con Esteban eran el otro equipo y la traviesa Piny que corría atrás de la pelota, jugaron, rieron como siempre solían hacerlo en sus juegos de pelota, Papá era el goleador del equipo y Pablo no se quedaba atrás, hasta que empataron el partido. Cansados de haber jugado por una hora, pedían ansiosos la limonada, el agua refrescante, todo era válido con tal de calmar la sed, hasta la perrita pedía lo suyo.
Mi mamá y Yo, presurosa ella ponía el mantel colorido que había llevado para la ocasión, y se dispuso a poner los deliciosos manjares que había preparado la noche anterior, muy gentil ella le pidió a papá que fuera por un poco de leña para encender la parrilla, mis hermanos ayudaron en la búsqueda de ramas secas, algo había de servir para que encienda el carbón y de la aventada se encargaba papá, hasta que encendía. Lo primero era calentar las papas, el arroz, el pollo, en ese orden, tan pronto los llevó al fuego empezó a salir el aroma delicioso del que habría de ser nuestro alimento de ese espectacular día.
Sobre el mantel estaban servidos los seis platos con sus respectivos cubiertos, mamá como siempre fue dándonos a cada uno la ración, comimos hasta saciarnos por completo, llegó la hora del postre y fue mucho mayor nuestra alegría. La hormiguita, la pequeñita de la casa empezó a soñar despierta, para su corta edad tenía una imaginación increíble y así fue como a toda la familia nos fue sumiendo cada vez más en su fantástica historia.
“Había una vez un Pueblo Pequeño, pero muy pequeñito que muy pocos niños habían explorado en él y nos fue narrando cada episodio. Mientras mamá cogía del canasto las mejores papas para llevar a la olla, ella había alcanzado a ver un pequeño gusanito que salía con timidez de una de ellas, en su imaginación sintió que sus ojitos irradiaban de un brillo especial y poco a poco fue ingresando en su sueño y nosotros también.
El relato de la pequeñita Hormiga nos iba cautivando cada vez más y sé que a ustedes también les va a cautivar la brillante historia que nos iba narrando. Aquí comienza la verdadera historia del porqué ese nombre del lugar preferido para mi familia y que habíamos escogido como nuestro paseo familiar a inicios del año de 1997.
Mami mira los cinco pollitos y su mamá gallina, se está bañando en la tierra, bate que bate sus dos alitas y sus pollitos disfrutas su baño mañanero, de pronto Don Gusano, asoma su cabecita de una deliciosa y roja manzana que mi Abuelita había recogido del huerto, Don Gusanito estaba muy elegante, vestía con un traje Dominguero y un sombrero de copa, le acompañaba su bella familia Doña Gusanita y sus tiernos y pequeños Hijos Gusanitos, el más pequeño se había vuelto a ensuciar, se metió en las deliciosas papas que estaba en la cesta del paseo familiar y claro con su timidez y travesura se había deleitado de su delicioso manjar, mamá Gusanita un tanto enfadada le metió en el agua, se esmero en cambiarle, estaban tarde para su paseo de los Domingos, me olvidaba papá gusano tenía unas gafas que casi le cubría todo su rostro, cogió a su familia y todos presurosos empezaron a recorrer ese pequeño Valle. A un lado la familia de la señora Gallina disfrutaban presurosos buscando su alimento, deliciosas mazorcas de maíz y deliciosas lombrices, los cinco pollitos ansiosos por comer comenzaron a entonar su ya conocido canto pio, pio, pio y su mamá Gallina presurosa les llevaba en su pico los manjares que a su paso iba encontrando.
Pero de pronto los pollitos queriendo incursionar en ese mundo, se fueron adentrando en los maizales, y cuál fue su sorpresa y susto un hombre flaco flaco, como un palo de escoba, con un gracioso sombrero, viejo pero muy viejo, con una nariz en forma de zanahoria y con unos ojos como Almendras gigantes, vestía un traje ya desteñido por el sol y la lluvia, los pobres pollitos se llevaron el susto de sus vidas, mientras su mamá Gallina apresurada buscaba la salida más rápida para que no les suceda nada y claro ella también reía, puesto que sabía perfectamente quien era esa persona extraña, no era nada más y nada menos que Don Espantapájaros, quien de ustedes no ha visto alguno.
Al fondo del camino escuchamos el venir de una pequeña carreta e iba ofreciendo leche fresca, leche fresca, frutas, frutas, agua, agua, vengan todos y claro mis Padres y hermanos presurosos corrieron a darle el encuentro a este amable señor, le acompañaba también su pequeño hijo, que era de gran ayuda a la hora de vender sus productos Don Silverio, ese era su nombre, su vestimenta peculiar era lo que más atraía a las personas foráneas y visitantes, tenía un simpático sombrero de paja, con unas insignias de la vieja guardia, su atuendo era un gracioso mameluco con figuras bordadas de unas graciosas vaquitas lecheras, una cesta de frutas y unos graciosas frases que provocaban una que otra risa. A mas de ir gritando a todo pulmón por todo el camino, su hijito tocaba una curiosa campanilla, no era cualquier campanilla era la forma de una vaquita lechera con un gracioso muuu muuu y los habitantes de ese pequeño pueblo ya sabían que era hora de salir a comprar sus deliciosas frutas, su leche fresca, y todo lo que ofrecía tan gentil caballero.
En el entorno de esa preciosa naturaleza que era como para pintar un agradable paisaje veraniego, había un hermoso riachuelo donde los pececitos del río saltaban disfrutando del agua, era una verdadera atracción, al fondo cerca de la montaña que rodeaba este hermoso Valle, había una pequeña cascada y no van a creer lo que encontré ahí unos preciosos pececitos puestos su traje de baño, les acompañaban unas bellas sirenas que silbaban y cantaban en cada pirueta que estos graciosos pececitos deleitaban a toda su audiencia y falta lo más importante al cuadro musical estaban unos graciosos grillos vestidos con traje de frac, engalanaban este concierto maravilloso y no se diga el trinar de los pájaros hacía que sus tonadas y las canciones se vuelvan realmente mágicas.
Se acuerdan de la cesta de frutas de la estación, pues bien en la imaginación de la pequeña Hormiguita, como también me llamaban, me encontré un delicioso plátano, que me hacía ojitos y me sonreía, unas frutillas con sus graciosas pecas negras, unas niñas vestidas de verde y rojo que engalanaban la canasta, no podía faltar las graciosas señoras naranjas, cansadas de estar por largas horas en la canasta, decidieron hacer un festival lleno de colorido y sabor, a todos los seres diminutos que pertenecían a Pueblo Pequeño, a los animalitos grandes y pequeños, a los delicados y frágiles pajaritos, a las mariposas que revoloteaban por todas partes, a las graciosas abejitas con su traje dominguero y una graciosa flor en sus cabecitas, a todas estas hermosas criaturas les hicieron partícipe de este gracioso y espectacular festival, todos aclamaban con alegría la venida de un nuevo año, la venida de un nuevo florecer y cantaban alegremente al unísono de una sola voz se oía el eco a lo lejos, agradecían por la nueva vida.
Para continuar con el desfile hermoso e improvisado en honor a los visitantes, es decir nuestra Familia, no podía faltar los tomates, los pepinillos, lechuga y limones, que para Mamá era la deliciosa ensalada con un aderezo que sólo ella lo hacía, la chiquitina seguía narrándonos este bello sueño, cada elemento que tenía a su alrededor era motivo de una historia, cada vez más nos cautiva escuchar su cuento, su sueño, su imaginación. Don tomate y su familia, se dirigían presurosos por la Colina hacia abajo, estaban girando, girando a prisa se atrasaban a la misa de las 12h00, sus pequeños hijos tomatitos a duras penas le cogían el paso de sus Papas, llegaban apresurados a coger los mejores puestos para escuchar atentos la misa del medio día, junto a ellos se colocaban la Familia Pepino, Don Pepino, Doña Pepino y sus tres Pepinitos, todos vestían de verde y con graciosos sombreritos que adornaban sus tiernas cabecitas, a la entrada de la Iglesia les esperaba Doña Lechuga, fresca como ella sola ansiosa de escuchar al Padre, a que no adivinan quien era el Curita, ni más ni menos que Don Limón, al contrario de lo que ustedes se imaginan era muy dulce pese a sus años y no de ninguna manera era agrio, reía y felicitaba a todos sus feligreses, nunca olvidaré ese día todo el lugar olía a frescura, se miraba la felicidad y el colorido que esos gentiles vegetales hacían gala de sus vestimentas y cantaban agradeciendo por su nuevo día, por ser los mejores premiados en cada cultivo, en cada lugar de ese hermoso valle, las huertas de las casas tenían lazos y listones por ser los mejores de toda la Zona. Lo que más nos atrajo fue los pitos, las serpentinas con que habían adornado el salón de baile, pues habían preparado todos ellos una fiesta, un verdadero festival, al caer la tarde se veían cansadas y era sinónimo de retirarse a descansar”.
Como ustedes comprenderán, caímos todos rendidos, mi Familia y Yo, al igual que ellos, era hora de descansar, para luego emprender el viaje que nos traería de vuelta a nuestra casa, a nuestra vida cotidiana, al ajetreo de la ciudad y el bullicio de su gente. Mañana será otro día, así de maravilloso como transcurrió nuestra niñez, entre historias y fantasías, entre juegos y diversión, entre regaños y abrazos, lo más importante de todo es que aprendimos a amar la naturaleza, a amar hasta al ser mas diminuto hasta el más grande, la Naturaleza es lo mejor que Dios ha puesto en nuestro camino en el camino de muchos ustedes y sobre todo del prodigio de nuestra imaginación, que ahora que soy Adulta, he comprendido que la imaginación no tiene límites y que a pesar de que haya crecido, mi Alma nunca dejaré de ser joven y más aún nunca dejaré de ser una niña la chiquitina de la casa.
Autora: Pily
6-02-2015
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